Hola queridos alumnos!
El trabajo de este mes consiste en leer un texto (que es muy pequeño y que se encuentra en la parta de hasta abajo) y de ahí obtener los siguientes dos elementos:
1. En la primera página: las ideas más importantes del texto a través de una lista de viñetas.
2. En la segunda página: sacar una conclusión de por lo menos una página. (Si bien el texto es pequeño, se presta para muchas ideas más). La conclusión deberá ser una reflexión personal sobre la importancia de pensar. No obstante, si así lo deseas, las siguientes preguntas te pueden ayudar para armar tu conclusión: ¿es necesario pensar? ¿por qué? ¿para qué? ¿qué beneficios o desventajas me produce? ¿La filosofía me ayuda a pensar? ¿Por qué «pensar» no equivale a ser de la masa? ¿yo soy, o quiero ser parte de la masa? ¿Qué paso si yo no leo? ¿Existe una relación entre lectura y pensamiento? Etc…No olvides que la conclusión es personal. Las preguntas sólo son una guía para que profundices mucho más sobre el tema. Toma este texto como un pretexto para pensar sobre el pensar, para conflictuarte sobre el problema del pensar, para relacionarlo con tu vida, tus expectativas, tus metas, tus intereses, tu postura en el mundo, etc. Quiero que sea una reflexión filosófica de tu parte.
Las características del trabajo serán las siguientes:
• Letra tamaño 12
• Párrafo 1.5
• Fuente: Garamond, Times New Roman, o Arial.
• Texto justificado, bien alineado.
Los elementos a evaluar del trabajo, es decir la rúbrica serán los siguientes:
1. Claridad del trabajo, esto es, que las ideas del trabajo muestren un buen entendimiento del texto y una reflexión profunda, principalmente a través de la conclusión. En esta línea, la conclusion se evaluará de acuerdo a la claridad de las ideas y a su argementación sólida, independientemente de tu punto de vista. No sólo se trata de poner «yo opino, a mí me gusta, a mí no me gusta, etc, sino de poner ideas bien argumentadas».
Nota: si las ideas están claras y bien argumentadas equivale a tres puntos, si no están totalmente explicadas o argumentadas, pero se ve el esfuerzo equivale a dos puntos, si no es muy claro ni bien argumentado, pero no está tan mal quivale a un punto, y si el trabajo está hecho al trancazo, con pura opinión de gusto y que no refleje ningún esfuerzo, no equivale a ningún punto. (3 puntos).
2. Ortografía y redacción, es decir, que en el trabajo no haya errores ortográficos y que las ideas estén bien redactadas, que sean claras y que muestren lo que quieres decir, esto es, sintaxis y orden. (1 punto).
Nota: si hay menos de tres errores ortográficos y está bien redactado equivale a un punto, si hay menos de seis errores y no está tan mal redactado equivale a medio punto, y si hay más de seis errores ortográficos y las ideas no están bien redactadas equivale a ningún punto.
3. Bien presentado, con portada, limpio y con las características arriba mencionadas (letra, parráfo, etc). Entregado a tiempo e impreso. (1 punto).
Nota: si no contiene una de las características mencionadas implica el punto menos inmediatamente.
El trabajo, finalmente, deberá entregrase para:
• Grupo de artes “a”: jueves 14 de mayo
• Grupo tecnológicas “a”: viernes 15 de mayo
Nota final: quien copie algúna idea de los trabajos de sus compañeros, o de internet o de un libro, (los últimos dos sólo si no están citados) su trabajo será anulado inmediatamente.
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La importancia de pensar
Jaime Nubiola
jnubiola@unav.es
No es infrecuente escuchar que la culpa de los males que en el siglo XX han afligido a la humanidad se encuentra en la filosofía moderna, sea por el individualismo de Descartes, el colectivismo de Marx o el nihilismo de Nietzsche. Quienes hacen afirmaciones así suelen añadir que el problema más grave del momento presente es que la cultura ha adoptado una mala filosofía, un sistema erróneo de pensamiento. Esta posición resulta relativamente cómoda, pues traslada la solución de los problemas al trabajo de unos especialistas, los filósofos, que son quienes deberían proporcionar las soluciones, mientras que se estima que el individuo de a pie lamentablemente no puede hacer nada.
Sin embargo, esta manera de enfocar las cosas, de considerar que hay filosofías buenas y malas como si fueran mantelerías de fiesta o de diario, colonias de lujo o a granel, no es la mejor manera de abordar esta cuestión crucial. Lo que nos pasa no es que no sepamos lo que nos pasa, como decía Ortega; ni tampoco el problema es que pensemos mal o que hayamos adoptado una mala filosofía. Lo que nos pasa —me parece a mí— es que en nuestra sociedad se ha renunciado abierta o solapadamente a pensar. Quien se para un momento a reflexionar por su cuenta advierte de inmediato que en la aldea global cualquier forma de pensamiento libre y creativo ha caído víctima del ensordecedor ruido general: el ipod, el móvil, la televisión y la playstation han ahogado el pensamiento, particularmente entre los jóvenes. Aquello que escribió Pascal de que «toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: el no saber quedarse a solas en su habitación» es ahora más verdad que nunca.
Pensar es difícil. No proporciona una gratificación instantánea como la mayor parte de las cosas que consumen los jóvenes. Quien piensa es considerado a menudo como un ser extraño, como un extraterrestre. Precisamente somos los filósofos quienes tenemos como profesión recordar a la humanidad que no se puede vivir sin pensar, que no podemos trasladar nuestras decisiones a otros, sean las modas, las mayorías o la tradición. Sócrates, el primero de los filósofos, se veía a sí mismo como un tábano puesto sobre su ciudad, Atenas, para que no se amodorrara. Su tarea era enseñar a pensar con libertad. «Más vale padecer el mal que cometerlo», decía, y afirmaciones como ésta le llevaron a ser condenado a muerte. Posiblemente nunca ha estado de moda pensar.
La conflictividad es un rasgo inevitable de la convivencia humana en todos sus niveles: desde la familia hasta la comunidad internacional, pasando por la comunidad de vecinos, la organización profesional o, por supuesto, el Parlamento de una sociedad democrática. Cuando los seres humanos nos ponemos de verdad a pensar descubrimos de inmediato que tenemos opiniones distintas sobre cómo hay que hacer las cosas y eso nos incomoda, pues muchas veces ni siquiera sabemos cómo llegar a un acuerdo. Muchos renuncian a pensar precisamente para evitarse conflictos: basta con hacer lo que hace la mayoría. «Lo hacen todos» es el argumento moral definitivo en favor de una posición cualquiera porque nos exime de pensar. Cuando en mi infancia usaba yo este argumento ante mi madre, ella siempre me respondía con enorme convicción «¿si todos se tiraran por la ventana, tú te tirarías?». Ante esa pregunta, yo me asomaba tímidamente a la ventana para mirar, «por si acaso» —decía—, pero sólo llegué a entender la fuerza de su argumento muchos años después.
Lo importante era la convicción de mi madre y quizá se encuentre en ella el origen de mi vocación filosófica. Sólo vale la pena dialogar —como ha escrito Rhonheimer— «donde las convicciones se toman en serio, como expresión de la convicción subjetiva de que la propia convicción corresponde a la verdad». Mi madre me daba sus razones porque estaba convencida de la verdad de su posición, pero sobre todo porque quería enseñarme a pensar por mi cuenta. Transferir las decisiones personales a «lo que hacen todos» equivale a tirarse por la ventana, esto es, a dejar de pensar.
Fecha del documento: 29 de noviembre 2007
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